viernes, 8 de julio de 2011

Los robots ahora sienten?



Los investigadores desarrollaron unos brazos robóticos articulados capaces de reaccionar al calor o la caricias. Para dar esta característica a las máquinas, los científicos colocaron unas pequeñas placas hexagonales, que al unirse, dan lugar a un piel artificial sensible.

Gracias a esas placas los robots pueden percibir señales externas, tales como la temperatura externa, e incluso reaccionarán al clima y también a una caricia. Con esta información táctil, será posible por primera vez que las máquinas aumenten su percepción de la realidad, facilitada además por los ojos de una cámara, los escáneres infrarrojos o las manos articuladas.

Al igual que ocurre con la piel humana, la piel artificial percibe si va a chocar con un objeto y como consecuencia reacciona realizando algún movimiento, o sabe que está sujetando un objeto porque lo siente y además lo percibe a través del sentido de la vista.

La pieza central que conforma esta nueva cubierta robótica es un tablero de cinco centímetros cuadrado con una placa hexagonal integrada. Cada pequeña placa de circuito consta de cuatro sensores infrarrojos que reconocen la presencia de cualquier elemento a menos de un centímetro de distancia. "De esta manera, detecta cualquier roce, por ligero que sea", explica Philip Mittendorfer, científico que trabaja en el desarrollo de la piel artificial en el Instituto de Sistemas Cognitivos de la TUM.

Además, la placa contiene seis sensores de temperatura y un acelerómetro. Esto permite que la máquina registre con total precisión el movimiento de miembros individuales, por ejemplo, de sus brazos, y por lo tanto que sepa qué partes del cuerpo acaba de mover.

Por el momento, sólo una pequeña porción de piel se encuentra completa. Está formada por 15 sensores repartidos por los diferentes puntos del brazo robótico desarrollado.

Los logros sensoriales no son los únicos aspectos pioneros de este proyecto. “Más allá de estas características, estas máquinas serán algún día capaces de incorporar nuestras capacidades neurobiológicas fundamentales y formar su propia impresión del entorno”, concluyen los investigadores de la TUM.

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